(Este post está dedicado a todas las personas que sintieron alguna vez la necesidad de irse de su lugar de origen a otros lados y tuvieron la suerte/desgracia de que esos «otros lados» los llenasen más que ese donde pasaron toda su vida. Si usted no es el caso, entonces, no intente entenderlo)
No. No voy a hablar de secuestros, ni de tomas de rehenes con consiguiente encariñamiento por parte de las víctimas hacia sus victimarios. Eso se lo dejamos a los policiales.
Para mi, el síndrome de Estocolmo, tiene que ver con el sentimiento de vacío que sufrimos los que nos fuimos… y volvimos. Los que no somos ni de acá, ni de allá. No sé si tiene nombre, le puse así porque fue en esa ciudad donde me dí cuenta que lo sufría.
No sé si a todos les dará de la misma forma, pero lo cierto es que a mi me pegó muy feo.

Luego de 14 meses en el viejo continente, mi vuelo a Estocolmo -Suecia- marcaba el inicio del fin. Fin de esta primer parte, porque siempre se puede volver (y uno siempre vuelve a los lugares donde amó la vida). Pero, en mi caso, yo lo veía como el fin del sueño de toda la vida: irme a vivir sola, a Francia (mi país de sueño desde siempre), y vivir viajando. De repente, todo eso, había llegado a su fin.
El código de barras del boarding pass abriría las puertas de mi separación con todo lo que me hacía feliz: Francia, Niza, mis amigos, el verano y mi novio, con esa sonrisa de la cual me había enamorado y de la cual me había acostumbrado. ¡que dificil cuando uno se acostumbra a algo que le hace bien!
A casi dos meses de haber vuelto, todavía no puedo entender como un papel puede dirigir tu vida y tu felicidad de esta forma. Porque es eso, una visa en tu pasaporte no es más que un pedazo de papel que hace que tu vida sea más adrenalínica y que te pone una fecha de vencimiento haciendo que la vivas al maximo, mismo sabiendo que después, la caída es dura. Porque vas a volver, pero no sabes bien cuándo y bajo qué contexto.

La cuestión es que mi vuelo a Estocolmo y mi paso involuntario por Escandinavia fueron productivos, aunque esos días no lo haya sabido ver:
- Entendí que viajar está bueno, siempre y cuando se esté con la cabeza en el aquí y ahora. Por más que nos guste viajar, por más Wanderlust que seamos, abajo de eso hay un alma que si no se encuentra en tiempo y espacio, sufre. Y solo el que lo vivió lo entiende. Así como también entiende lo molesto que puede ser que te digan «Ay! tenes que disfrutar! mirá dónde estás!» La verdad es que uno no elige no disfrutar. Yo hice mi máximo esfuerzo, pero mi corazon no queria estar ahi. Yo necesitaba estar en Niza, o bien, en Buenos Aires, acompañada. Pasar de vivir con 7 personas y de estar con tu novio todo el tiempo a estar completamente sola, en un país culturalmente muy distinto y distante al tuyo, sin hablar el idioma y con el shock que implica el dejar atrás tu vida feliz para tener que readaptarte a tu nueva pero vieja vida, es duro. Y sobre todo, sin nadie para consolarte. Y esto me lleva al aprendizaje número
- Aprendí que no hay que planear viajes luego de golpes emocionales. No lo recomendaría. Hay mucha gente que ante una situación de tristeza, decide irse de viaje para «despejarse». Realmente no lo entiendo y no lo aconsejo tampoco.



4) En Estocolmo aprendí que viajar no es todo color de rosa (Ya lo sabía, pero no lo había experimentado). Entendí que el concepto de «zona de confort» no es solo un concepto de comodidad física, sino también emocional. Me animaría a decir, un mix de los dos. Yo en Niza estaba cómoda anímicamente y si retrocedo en el tiempo, físicamente también. Tenía todo. Cosa que en Buenos Aires, antes de irme allá por abril, no tenía: me faltaba la zona de confort anímica que tuve desde el primer dia que pise Francia.
(Y no, no tenia la posibilidad de irme directamente a Buenos Aires. Mi vuelo a Argentina por cuestiones presupuestarias salia desde Helsinki, Finlandia, entonces tenía que llegar hasta allá si o si. Soy pobre,no masoquista!)
En definitiva, viajar no es todo el tiempo una fiesta. No es todo color de rosa. Pero si, aprendizaje. Siempre.